Manuel Molina es el nuevo detective barcelonés, en la novela negra
JUAN PEDRO YÁNIZ
BARCELONA. La novela negra barcelonesa está en auge y se va extendiendo hacia la periferia. Esto es al menos lo que se deduce de la lectura de «Dos y dos son cinco» (Barataria) de Laura Malasaña -pseudónimo de una conocida periodista-. Por mor de los pseudónimos los hechos ocurren en la barriada de Quinto Pino, claramente identificable como una de las que forman el municipio egarense, «viejo cascote del desfile de telares y fábricas que le dio sentido alguna vez»; es decir época actual. El asunto da comienzo el día que Manuel Molina deja la fábrica y con una licencia del Bebebé, bajo el brazo, se lanza por los caminos del mundo a descubrir sus grandes y pequeños misterios.
De lo vivo a lo pintado
La formación investigadora y detectivesca ha sido a distancia o correspondencia y más o menos seguía el famoso «Manual del detective de primera». Pero el nuevo desentrañador de misterios se monta un despacho y contrata una secretaria, Elena una buena chica que tiene siempre información de primera mano, que adquiere cada día en la panadería y otras tiendas del barrio. Total, don Manuel Molina, detective de primera, y Elena Cádiz, su secretaria, forman una de las parejas de este tipo mejor avenidas, desde la de «El sueño eterno».
Cierto es que los rastros que tienen que seguir no son tan complejos y repletos de yates y embarcaderos como los de sus predecesores de la costa californiana. La cosa funciona un tanto a lo loco, lo que Manuel hace, Elena lo deshace. Como todos los hombres imbuidos de su gran función social, el detective tiene una irrefrenable tendencia a decir algo en cada momento, venga o no a cuento -podría ser un buen locutor radiofónico-. Por el contrario, Elena hace labor de hormiguita, aclara, recompone situaciones, busca contradiciones. Los tres primeros casos de lo que promete ser una serie nos van enseñando todos estos vericuetos, procedimentales o simplemente mentales. La autora se nota que está enamorada de sus personajes, que los ha sopesado mucho, hecho y rehecho. Tras la lectura de este libro nos queda la impresión de que volveremos a cruzarnos con ellos y sus nuevas aventuras -repletas de humor- y que formarán parte de la enorme nómina de investigadores, privados o no, del último siglo.
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