Serie negra: despertar del sueño eterno
No es de ahora, ni siquiera del siglo pasado, que muchas obras literarias vengan con un cadáver dentro. Así ha sido, y será. Si me apuran, hasta en el Tenorio: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud». Y, si me siguen apurando, hasta en la Biblia, con aquel despliegue de armas de destrucción masiva que fueron Sodoma y Gomorra.
Pero si hay títulos rebosantes de sangre, frases enjutas, respuestas afiladas, muertos que van y vienen, ajustes de cuentas, vasos de whisky (o tazas de café) pocos estilos como el de las novelas de polis y detectives o, como se empezó a llamarla desde Hammett y Chandler, novela negra. Antes de estos dos hombres ya hubo género más o menos negro, desde Edgar Allan Poe y sus «Crímenes de la calle Morgue» a las andanzas de Sherlock Holmes, algo elemental, querido lector. Pero Chandler y Hammett dotaron al género de sustancia social más allá del misterio y los tiroteos. Con sus máquinas de escribir hurgaron en las penumbras y zonas abisales de la sociedad de su tiempo.
A ellos se le puede añadir una larga lista en la que sin querer hacer a nadie de menos (esta gente se las gasta muy tiesas) se puede y debe mencionar a William Irish; Chester Himes (el ángel negro de Harlem); Agatha Christie (con sus criaturitas Hércules Poirot y Miss Marple); Patricia Highsmith, madre del amoral y estafador Tom Ripley; James Ellroy; George Simenon... Un caso singular es el de Boris Vian, que como Vernon Sullivan le echó carnaza al fuego negro con «Escupiré sobre vuestras tumbas», «Todos los muertos tienen la misma piel», «Con las mujeres no hay manera» y «Que se mueran los feos».
En España, el género tardó en implantarse, debido a la censura y a que los cuerpos de seguridad eran intocables. Por supuesto hubo excepciones. Como la del curioso «Plinio», de García Pavón. Y cómo olvidar al Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. También hay que recordar al maestro Francisco González Ledesma, autor de títulos como «Expediente Barcelona» en la que nació su comisario Méndez. González Ledesma acaba de estrenar su último título: «Una novela de barrio» (Ed. RBA). También hay que citar, ya más recientemente, a Juan Madrid y su detective Toni Romano. Y a Andreu Martín, Lorenzo Silva (con su pareja de la Benemérita) y Paco Ignacio Taibo II, por no hacer de los ejemplos otra historia interminable. Y un caso más y muy curioso. El caso (abierto) de Jorge Luis Borges y su amigo Adolfo Bioy Casares, quienes bajo el seudónimo «H. Bustos Domecq» firmaron varios relatos policiacos protagonizados por Isidro Parodi.
0 comentarios