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La Balacera

Ciclo de cine yakuza en la Semana Negra de Gijón

Ciclo de cine yakuza en la Semana Negra de Gijón

 

 

El festival asturiano dedica toda una serie de proyecciones al realizador japonés Kinji Fukasaku, maestro del cine yakuza eiga.

In situ, directamente desde las calles de la megalópolis capital japonesa, el dibujante francés Joan Sfar deconstruye en El Tokio de Oualtéron (su contribución al cómic colectivo Japón visto por 17 autores), tanto los modos y costumbres de la moderna sociedad japonesa, como nuestros occidentales tópicos e ideas preconcebidas sobre ésta. Irónico y virulento paseo tokiota, en el que no faltan referencias al pachinki, las gothic lolitas, la “dedicación“ al trabajo y los exquisitos modales de los japoneses, sin olvidarse, por supuesto, de la característica e iconográfica figura del yakuza: “¿Ves?. Es algo típico. Estamos en el único país del mundo en el que los mafiosos se visten de mafiosos para que quede claro cuál es su trabajo.”

Un submundo, el del crimen organizado japonés, con sus propios códigos éticos, reglas del juego y factores diferenciadores. Un dato, David E. Kaplan y Alec Dubro revelan en su apasionante y antropológico estudio Yakuza, la mafia japonesa, como a mediados de los 80, frente a los alrededor de 20.000 miembros de la mafia norteamericana, la población activa yakuza rondaba las 110.000 personas, con o sin dedo meñique en su integridad, dedicándose más al elegante arte japonés de la extorsión que a gastar en material de oficina, que diría Woody Allen en su texto Para acabar con la mafia: un vistazo al crimen organizado.

Un fenómeno underworld nipón al que la Semana Negra no podía seguir ajena, tal como da fe de ello, la celebración en la presente edición de un pequeño ciclo, pero jugoso cual sushi, consagrado al yakuza eiga (cine de gángsters) y centrado en uno de los directores más importantes que cultivaron el género: Kinji Fukasaku (1930-2003). Cineasta mal conocido por estos lares, a pesar de (o por) su participación en el filme bélico Tora! Tora! Tora! (1970), junto con Richard Fleischer y Toshio Masuda; y más recientemente, obteniendo mayor reconocimiento gracias a la tan polémica como adrenalítica Battle Royale (2000), uno de los títulos claves surgidos en los albores del nuevo milenio. Retrospectivas como la del prestigio festival de Rotterdam, apelativos como “el rey del cine yakuza” y “maestro del cine más violento”, manifestaciones como la de reputados directores como Quentin Tarantino y Takashi Miike, reconociendo sentirse en deuda con Kinji Fukasaku, son una pequeña muestra de su valía e influencia.

Todo esto y más se podrá comprobar con la proyección de la inédita pentalogía de Battles without Honor and Humanity (Jingi naki Tatakai, 1973-1974) y de Graveyard of Honor (Jingi no Hakabo, 1975), filmes que retratan con precisión las interioridades de la yakuza, desde los duros años de la posguerra hasta principios de los setenta, pasando por el “milagro económico japonés”; apostando por una óptica realista, basada en hechos reales, en contraposición con la idealización romántica del yakuza en la “edad de oro” del género, la década de los 60. Un cine de eminente sabor popular, de sesión doble o triple, (nada que ver con la actual dictadura de la cultura de masas que sufrimos peligrosamente), con un marcado carácter contracultural, al exteriorizar y reflejar Fukasaku en sus yakuza eiga, su descontento, rabia y frustración hacia la reconstruida sociedad japonesa, como miembro de la sufrida “generación de las ruinas y del mercado negro”. Cuando el pintor holandés Vincent Van Gogh escribió a su hermano Théo: “El japonés dibuja de prisa, muy de prisa, como un relámpago; es que sus nervios son más finos y su sentimiento más simple”, sus palabras resultaron ser tan anticipatorios como descriptivas del estilo cinematográfico y estado anímico que Fukasaku impregna a sus ficciones. La existencia del yakuza eiga, junto con el polar francés y el poliziesco italiano, prueban que el cine negro es demasiado importante para dejárselo únicamente a los norteamericanos, más concretamente, a Hollywood. Amén de ser, parafraseando libremente al director Enrique Urbizu (La caja 507, Todo por la pasta), el modo perfecto de abordar temáticas sociales sin resultar pelmazo, dogmático, ni sermonear, vamos todo lo contrario que Ken Loach.

La Semana Negra de Gijón, con la saga de Battles without Honor and Humanity (también conocida internacionalmente como The Yakuza Papers) y Graveyard of Honor, te anima a dejar de lado por unos días la posmodernidad aguda, tan sintomática de nuestro tiempo, para degustar estos genuinos filmes nacidos al calor del Sol Naciente, sin filtros occidentalizantes, ¿o acaso creías que brillantes sucedáneos como Ghost Dog (1999, Jim Jarmushi) o Kill Bill (2003-2004, Quentin Tarantino) han surgido por generación espontánea?

Un auténtico ciclo de culto gracias al cual podrás afirmar con autosuficiencia a la gente que sólo las conozca de referencia y les interese: “Ya las he visto”.

FANTASYMUNDO

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