Ese ángel negro
CARLOS BOYERO 07/06/2008
El enganche con John Connolly es a perpetuidad. Pero la lectura de Los atormentados no deja en estado de shock
Es una de las adicciones más irrenunciables, poderosas y masivas que conozco. Otorga un placer perdurable y no hace daño. Tampoco crea mono, ya que siempre puedes disponer de ella, aunque la calidad lógicamente varíe. Puede afectar a los ojos, puede acelerar el cansancio de la vista, pero compensa por lo que regala al alma. Se llama novela negra. Es un título contundente e inmejorable. No sé si es anterior o posterior a la definición de cine negro. Imagino que tiene la misma edad que la humanidad. Que la temática de la oscuridad y la corrupción, de fronteras difusas o intercambiables entre el bien y el mal, de las cloacas del poder, también tenía sombrío protagonismo en el paleolítico, pero el género todavía no se conocía por ese nombre. Lo de novela policiaca y novela de detectives se aproxima a la realidad, pero suena a prosaico. Por el contrario, la negrura posee aroma lírico. Y da miedo, mucho miedo.
Siempre te cuenta alguien que leas a alguien, siempre hay generosidad en transmitir a otros lo que les ha fascinado a ellos. Pasado el bendito proceso de iniciación aprendes a confiar en tu instinto, en un nombre, en un título, en una promesa, en un clima. Devoré a Agatha Christie porque figuraba en la biblioteca de mi abuelo, en una aldea gallega cuyo recuerdo me resulta elegiaco, en la que daba gusto leer oyendo la lluvia y al lado del fuego de la chimenea. Entiendo que la imagen es demasiado convencional, una postal edulcorada, pero la evocación está asociada a esa atmósfera.
Artículo completo en El País
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