Mallo: el policial escrito en argentino
Vuelve el ex comisario Lascano. Esta vez su investigación no se adentra en la tenebrosa realidad de la dictadura (La aguja en el pajar, 2005), sino en sus invisibles ramificaciones durante los primeros años de democracia. Y ya promete una tercera entrega de esta saga que roba el policial del laboratorio literario para devolverlo al best-seller argentino.
Delincuente argentino
Ernesto Mallo
Planeta, 198 páginas
¿Qué quiere decir Alejandra Pizarnik cuando escribe: “Mañana/la carta desconocida/encontrará las manos del alma”? ¿Qué quiere decir Ernesto Mallo (1948), cabe preguntarse, cuando invoca a la poeta suicida en el acápite de Delincuente argentino? Boutade o provocación, lo que insinúa Mallo es que conviene desconfiar de las reglas fijas de un género. ¿Acaso la violencia de un poema no puede conectarse con la violencia de una narrativa y ambos, a su vez, conectarse con la violencia política? Delincuente argentino, más allá del hallazgo de su título seductor (que promete y cumple una radiografía del hampa institucionalizado) es algo más que una novela policial: una manera de narrar lo social que mucha novela local contemporánea (la psicológica, la social, la vanguardista) pareciera congelar en tics: se trate de una poética kitchosa, cumbiera o tecno/web. Delincuente argentino pertenece a un género que venía en desuso: el policial. Y en su rescate, Mallo lo cuestiona al preguntarse cómo narrar hoy lo social, una corrupción que los medios informan pero no narran. No es poco desafío escribir una policial despegando de la crónica en una época donde la ficción suele zozobrar ante la contundencia de lo testimonial.
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