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La Balacera

Entre la promesa del verano y el frío del invierno

Entre la promesa del verano y el frío del invierno ENTRE LA PROMESA DEL VERANO Y EL FRÍO DEL INVIERNO
Leif GW Persson
Traducción de Mayte Giménez y Frida Sánchez
EDICIONES PAIDÓS. ALEA

Afronto esta novela como la última lectura del año, tal vez animado por un título sugerente para las fechas en que nos encontramos (al menos en el hemisferio norte) o porque las casi setecientas páginas que me esperan requieren más tiempo libre del habitual y el parón navideño puede ser un momento propicio.

También lo hago con ciertos prejuicios hacia el autor, al que no conozco de nada pero cuya condición de sueco no lo sitúa entre mis gustos habituales, más centrados en la novela negra mediterránea y luminosa que en la nórdica y con pocas horas de luz solar al día.

Sin embargo, estos prejuicios se desvanecen en las primeras páginas de la novela, en las que me encuentro con un lenguaje irónico propio de Chandler o Hammett y unos personajes y ambientes que, aunque evidentemente fríos por las latitudes en que se desarrolla la acción, nada tienen que ver con aquello a lo que nos han acostumbrado otros autores suecos, noruegos o finlandeses.

Entre la promesa del verano y el frío del invierno es la primera de las novelas de Leif GW Persson que integran la trilogía El declive del Estado del bienestar, que Ediciones Paidós completará con las dos siguientes entregas a lo largo de 2008. Una novela en la que no encontramos a un protagonista absoluto que cargue con el peso de la trama, sino a un grupo de individuos, integrantes de los diferentes servicios de seguridad suecos (incluidos los secretos) en abierta lucha por averiguar lo que hay detrás del suicido de un estudiante norteamericano, John P. Krassner, así como lo que se ha ocultado durante años tras su vida y la de alguno de sus familiares.

Setecientas páginas pueden dar cobijo a muchos personajes, desde los policías más honestos como Lars Johansson, Wiklander o Bo Jarnebring hasta otros menos recomendables como Bäckström o Wiijnbladh. Mención especial merecen Berg, responsable de la Policía de Seguridad y, sobre todo, Waltin, policía cuyo grado de perversión sexual le convertiría, sin duda alguna, en alumno aventajado del marqués de Sade y al que espero seguir viendo en las próximas entregas de la saga. O Forselius, un matemático alcoholizado que, en los cincuenta, desempeñó un papel importante dentro de los servicios de espionaje suecos. Y como nexo de todos estos personajes, dos figuras que aparecen continuamente como motivo central de toda la novela: el primer ministro sueco más importante de todos los tiempos (ya sea con su identidad real o con el seudónimo por el que tal vez se le conoció en los tiempos de la guerra fría) y su asesor especial de extrañas atribuciones, un tipo del que no me fiaría ni para que me ayudara en un acto tan inocente como cruzar una calle peatonal. Con tráfico, ni les cuento.

Con lo dicho hasta el momento, ya se pueden hacer ustedes una idea de por dónde van los tiros (nunca mejor dicho) de la historia. Y es que el asesinato de Olof Palme y, sobre todo, su fulgurante ascenso político y la exploración que el autor hace de una hipotética relación del Olof Palme estudiante con la CIA e incluso los servicios secretos soviéticos, están en el centro de la trama. No sólo eso, sino que tal vez esas peligrosas relaciones sean la causa de que su muerte no haya sido todavía aclarada más de veinte años después.

Esta primera parte de la trilogía se centra en los meses previos al asesinato de Palme y, mediante el uso de diferentes voces narrativas que hacen que cada uno de los protagonistas conozca parte de la trama, el lector tendrá una visión de conjunto de esta parte de la historia reciente europea, así como de las hipótesis de trabajo (quizás realistas, quizás descabelladas) que el autor plantea.

Y es precisamente la diversidad de personajes y visiones parciales de la trama lo que permite el uso de estilos o lenguajes diferentes en función de cuál sea el personaje que protagonice el episodio de turno, pasando del humor cínico de Lars Johansson al relato inquietante de Waltin, del casi costumbrismo de Bäckström y Wiijnbladh al enigma que entrevemos cuando es el asesor especial el centro de atención.

Entre la promesa del verano y el frío del invierno es una buena, densa e intensa novela en la que el autor cuestiona la pretendida neutralidad sueca y rescata del interesado olvido su apoyo al régimen nazi, así como el derrumbe de pilares básicos del estado del bienestar que fue modelo para muchos países occidentales. Y es que Suecia ya no es lo que era… o quizás nunca fue lo que nos dijeron que era.

Ricardo Bosque

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