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La Balacera

Maj Sjüwall, reina madre de la novela negra sueca

Maj Sjüwall, reina madre de la novela negra sueca

Tiene los ojos azules. Su blanca cabellera resalta un rostro con arrugas. Viste un traje de cuadros negros y añiles. Es ágil y menuda. Acaba de cumplir 74 años y parece una venerable abuela. Estamos frente a frente en un restaurante de Getafe. Ella bebe vino blanco de Rueda. Se expresa en un perfecto inglés. Maj Sjüwall, la reina de la novela policíaca sueca y la antecesora de Henning Mankell y Stieg Larsson, publicó junto a su marido, Per Wahloo, diez novelas entre 1965 y 1975, que tuvieron un enorme éxito. Ahora, el éxito de Larsson ha resucitado el interés por obras como Roseanna o El hombre que se esfumó, reeditados en España por RBA los últimos dos años, con ventas asombrosas.


Sjüwall (1935) expresa su fascinación por el cielo de Madrid y se lamenta del tiempo de Estocolmo, su ciudad natal y el lugar donde se desarrollan todas sus novelas: “Allí siempre está lloviendo y hace un frío terrible”.

-Me parece que Roseanna, su primera novela, es la más actual porque trata el tema de la violencia de género. Una mujer es secuestrada por un psicópata y su cadáver aparece flotando en las aguas...

-Sí, creo que se puede decir que es una novela actual. La única diferencia es que el detective que investiga aguarda tres horas en conseguir una conferencia telefónica con Estocolmo. Si se despoja a la novela de estos detalles, creo que es moderna y en cierta forma recoge los temas de los que se ocupa Larsson, aunque no hay ordenadores ni internet.

-Usted escribió diez novelas en diez años. En 1974, murió su marido, Per Wahloo, y usted dejó de publicar. ¿Por qué?
-Mi marido estuvo muy enfermo durante los últimos cuatro años de su vida. Al morir me tuve que dedicar al cuidado de mis dos hijos pequeños. El fallecimiento de mi marido me afectó profundamente. Estuve muy deprimida durante esa época. No tenía tiempo ni ganas de escribir. Luego me di cuenta de que todo lo que tenía que decir ya lo había dicho en esas diez novelas. Trabajábamos en equipo, discutíamos juntos las tramas y los personajes. No tenía sentido seguir sin él. Así que deje de escribir novelas policíacas y me dedique a hacer algunas traducciones, a escribir relatos y un libro con Thomas Ross. Nunca me he arrepentido. Entre otras cosas, porque siempre he odiado la fama, esa parafernalia que rodea el éxito literario. Sencillamente, opté por la tranquilidad y el anonimato. Lo mejor era permanecer en silencio para alejarse del bullicio.

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