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La Balacera

Tiempo de alacranes, de Bernardo Fernández, por Ricardo Bosque

Tiempo de alacranes, de Bernardo Fernández, por Ricardo Bosque

Tiempo de alacranes

Bernardo Fernández

Ediciones Pàmies


Por Ricardo Bosque

En 2005, el jurado del Premio Nacional de Novela de México Una Vuelta de Tuerca acertaba de lleno al premiar, en su primera edición, la obra de Bernardo Fernández, Tiempo de alacranes.


Un año después llegaban a España con cuentagotas algunos ejemplares editados en México por Joaquín Mortiz, el autor se hacía con el Premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela negra y quien suscribe se llevaba el premio de la firma del autor estampada en uno de esos escasos ejemplares desconocidos entonces por estos lares. Si algún día voy mal de dinero (peor de lo habitual, quiero decir) no descarto la posibilidad de montar una subasta pública en Sotheby’s, Christie’s o en el propio patio de mi casa si es menester.


Leída la novela en aquel verano de 2006, me dije que era una pena que esa obra no pudiera alcanzar la adecuada difusión en España, problema que ha quedado resuelto gracias a la decisión de Pàmies de editar en nuestro país la obra con la que debutó Bernardo Fernández, también conocido como Bef, en el género negro.


Tiempo de alacranes presenta un arranque que imagino resulta poco habitual en la vida cotidiana de los narcotraficantes, mexicanos o de cualquier otro país. El sicario Alberto "El Güero" Ramírez recibe el encargo de su jefe -cómodamente instalado en un penal de cinco estrellas- de eliminar a un soplón incluido en un programa de protección de testigos. Para el Güero -así apodado en referencia a los rubios y peligrosos alacranes tan abundantes en la región en que se desarrolla la trama- no se trata sino de un trabajo más con el que llegar a fin de mes. Pero la crisis existencial que parece atravesar cuando está a punto de jubilarse, unida a la evidencia de que su objetivo, además de soplón, es un buen padre de familia, le lleva a tomar una sorprendente decisión perdonando en el último momento la vida del chivato.


Y si algo empieza de un modo tan inusual, no puede tener luego un desarrollo corriente, con lo que a lo largo de las algo menos de 160 páginas de la novela nos encontraremos con un Güero metido en más líos que los padecidos durante toda su complicada vida, convirtiéndose en rehén del atraco a un banco, en compañero de viaje -muy a su pesar- de un par de niños bien hijos de importantes jefes narcos, en el objetivo permanente de una tragicómica pareja de matones... Por si esto fuera poco, también una banda de policías corruptos -expresión que en esta novela no deja de ser una redundancia- que acostumbra a completar sus ingresos pluriempleándose como salteadores de bancos le tiene en su punto de mira por haber abortado involuntariamente una de sus rentables operaciones.


Tiempo de alacranes se convierte así en una carrera desenfrenada, descerebrada y repleta de guiños a esa cultura pop a la que tan aficionado parece el autor, carrera que solo alcanzará la meta en una escena final que tanto Robert Rodríguez como Quentin Tarantino habrían estado encantados de filmar.

 

Excelente novela, como excelente resulta la iniciativa de Pàmies que permite a los lectores españoles disfrutar del talento y el sentido del humor de Bernardo Fernández. No dejen pasar la ocasión o lo lamentarán, y luego no digan que no se lo advertí.

 

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