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La Balacera

Entrevista a Robert Wilson en El País

Convertido en best seller, el escritor inglés sitúa al inspector Falcón en Sevilla, en medio del huracán del presente: terrorismo, luchas religiosas, corrupción local y espionaje global. Los asesinos ocultos es el tercero de los cuatro libros sobre este personaje, que también se enfrenta aquí a sus sentimientos.

6-06-2006. Una bomba explota en unos apartamentos de Sevilla junto a una guardería. Hay muertos y heridos. El inspector jefe Javier Falcón, medio sevillano medio marroquí, se ocupa de la investigación. La bomba ha sepultado una mezquita. ¿Son los culpables islamistas radicales? ¿Fundamentalistas católicos? Calderón, el juez estrella, tiene un cadáver en el armario. O dos. Falcón deja a su novia. La fiscal, su ex mujer, necesita ayuda. Llega el CNI con sus teorías, nace un nuevo partido de derecha andaluz, el espía de la CIA es un liante...

Así o incluso algo peor arranca Los asesinos ocultos (RBA), del inglés Robert Wilson (1957), tercera (y penúltima) novela protagonizada por el inspector jefe Javier Falcón, tras El Ciego de Sevilla (que va a ser llevada al cine) y Condenados al silencio. Esta vez, Wilson ha metido con su eficacia bien documentada y su escritura brillante al sufrido detective en medio del huracán de la Historia presente. Quizá lo más fascinante de la novela es su mezcla de objetivos y géneros: reflexiona sobre el terror, narra crímenes espantosos y sentimientos elevados con el mismo talento, ayuda a desbaratar falacias de los neocons y otros sucios guerreros de la libertad y de paso reivindica el humanismo, el amor y la amistad como antídotos.

Wilson, viajero desde joven, trabajó y viajó por Asia y África, se instaló con su mujer, Jane, hace 18 años en Sintra, cerca de Lisboa (Portugal), y luego se compraron una casa de campo situada a diez minutos de carretera polvorienta de un pueblo perdido del Alentejo, cerca de Évora. Allí, en esa casa mágica que aguantó intacta el voraz incendio que arrasó el valle el año pasado, Wilson pasó largo tiempo escribiendo novelas sin venderlas, hasta que ganó el Premio Gold Dagger con Sólo una muerte en Lisboa. Allí sigue, jovial pese a que hace sólo tres meses le han hecho un triple by pass, levantándose a las seis de la mañana para escribir a mano hasta mediodía sus mil palabras diarias: "A veces sólo salen 300 y es toda una tortura".

Entrevista completa en El País

 

 

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