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La Balacera

El detective samurai de Laura Joh Rowland

El detective samurai de Laura Joh Rowland JAVIER MEMBA

MADRID.- Indiscutiblemente, Salamandra es una de las editoriales más atentas a esa renovación de la novela negra que el género, en opinión de muchos agotado desde mediados de la pasada década, viene demandando desde entonces. En efecto, cuando los lectores ya empezaban a estar cansados de dar cuenta de detectives y criminales tan irreales como los héroes de ciencia ficción.

Este sello, aún bajo su antiguo nombre –Emecé-, publicó los primeros títulos traducidos a nuestro idioma de la serie del comisario Salvo Montalbano: 'Un mes con Montalbano', 'El perro de Terracota', 'La voz del violín'... Si bien aquella propuesta fue refrendada de inmediato por una entusiasta acogida de crítica y público, siendo el infatigable detective de la mítica Vigàta todo un homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, más que un personaje novedoso, Montalbano era –y es- un trasunto de Pepe Carvalho, el más clásico de los investigadores que ha conocido la novela negra española en los últimos 25 años.

No es ése el caso, desde luego, de Sano Ichiro, el detective samurai creado por la norteamericana Laura Joh Rowland. Lejos de los ambientes sórdidos y las mujeres fatales al uso, lo más parecido a este último prototipo que esta aplaudida autora nos presenta es una huérfana de 15 años que responde al nombre de Haru y tiene trazas de ser una ninfómana en los días en que Tokio aún era Edo: corría el año 1693.

En efecto, aunque los orígenes de la autora son chinos y coreanos, Joh Rowland nos transporta al Japón de los sogún, que reconstruye con minuciosidad entre clérigos, artistas, prostitutas, policías y criminales. En uno de los templos budistas próximo a la capital, conocido como el Loto Negro -que da título a la novela- , se desata un incendió que se cobra la vida de un jefe de policía. El caso, que lógicamente no es lo que parece, recae en “el muy honorable investigador de sucesos, situaciones y personas” que ya hiciera las delicias de los lectores Joh Rowland en 'El tatuaje de la concubina' (1998) y 'La mujer del samurai' (2000), ambas aparecidas en esta misma editorial.

Una vez más, cuando las cosas se complican, Sano Ichiro recurrirá a Reiko –su fiel esposa- para resolver una trama tras la que se esconde una secta que secuestra niños, envenena los pozos de agua y hace desaparecer a cuantas personas molestan a sus intereses. La enigmática Haru parece ser la primera víctima.

Merecedora con su primera novela de la serie de Sano Ichiro de una nominación al Premio Hammett, lo cierto es que el investigador nipón –no obstante toda la novedad que entraña a un género agotado- tiene mucho que ver con Sam Spade. Por encima de las diferencias evidentes entre el Japón del siglo XVII y los Estados Unidos de la Ley Seca, todo ese paisanaje que da carta de identidad al Japón del sogún Tokugawa Tsunayoshi, es tan cruel y violento como el de Dashiell Hammett.

Que nadie se llame a engaño cuando Laura Joh Rowland afirma que se siente muy influenciada por el cine de Akira Kurosawa. No es el realizador de 'Ran' (1980) al que alude la escritora, sino al de 'El infierno del odio', un 'thriller' de factura tan americana como cualquiera de los producidos por Hollywood en aquel momento, que ahora viene a dar fe de que Kurosawa siempre fue el más occidentalizado de los cineastas nipones. Lo que ya es más difícil de explicar es que una autora con un universo tan turbulento se iniciara como ilustradora de cuentos infantiles y empezara a escribir, según confesión propia, "por casualidad".

Noticia publicada por elmundolibro

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